Resumen y Comentario de la Encíclica Papal: "Divinum Illud Munus"
Resumen
La misión de Jesucristo en la tierra es la que el ser humano logre la plenitud de su vida sobre la tierra, y esta misión va dirigida exactamente a todos, pero para tal fin no solo participa el Señor Jesucristo como ente de la Santa Trinidad, sino también el Espíritu Santo al compartir esta santa misión sobre la tierra de dar a conocer las buenas nuevas que tiene preparadas Dios para nuestro hogar. El espíritu santo participa como abogado en la defensa de la raza humana por tantos pecados producidos en el santo hogar, es así que nuestro Señor Jesucristo nos explica, por intermedio de sus Apóstoles, que es mejor que el se vaya, puesto que así vendrá el Espíritu Santo a completar la obra maestra de nuestro creador. La sustancia del Nuevo Testamento es el misterio de la Santísima Trinidad, Dios Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, que como ya lo indiqué líneas arriba, tiene la misión de que todos los seres humanos gocen de una vida plena en la santa creación, y esta misión quiso compartirla con el Espíritu Santo, para que culmine la obra que empezó desde la creación misma, en la cual creó a los ángeles en el cielo, y al ser humano en la tierra. Para enseñar más lo prefigurado en el Antiguo Testamento, Dios mismo descendió del cielo a la tierra, revelándolo mediante su hijo Jesucristo, por ende no existe una fiesta para celebrar al Padre, sino a la Santísima Trinidad como misterio y esencia de las buenas nuevas preparadas por Dios desde el principio de la existencia del ser humano sobre la tierra. Por eso San Agustín afirma que: "no se interprete confusamente que cuando el Apóstol distingue, por Dios, de Dios, por Dios, en Dios, pues dice De Dios, por el Padre, por Dios, a causa del Hijo, y en Dios, por relación al Espíritu Santo.
La Iglesia acostumbra atribuir, al Padre el poder, al Hijo la sabiduría, y al Espíritu Santo la atribución del amor, y no es que cada una de las entidades que conforma la Santa Trinidad posea solo una de las atribuciones, sino que poseen las tres, pero se le atribuyen precisamente una atribución en especial, por ser la más visible, "por apropiación". En cuanto al Hijo, el gran misterio es la encarnación del verbo, aunque se le atribuye un atributo como propio, jugó un papel especial el Espíritu Santo, en la anunciación que tuvo la Virgen María, y además en la posterior gestación y nacimiento de nuestro Señor Jesucristo y con este acto se produjo una unión espléndida entre el verbo y el ser humano, por lo que a la vez de ser hijo celestial también lo fue hijo del hombre. Es así como toda la existencia como ser humano que tuvo Jesucristo sobre la tierra fue seguida por el Espíritu Santo, inclusive hasta su pasión y muerte para la redención de la humanidad.
Jesucristo no necesitaba del bautismo para ser Santo, sino que el acto del bautismo representaba la encarnación de la misión de Jesucristo en la tierra, uno visible y otro invisible, la visible representa a la Iglesia, y la invisible al alma de los justos. Es así que los Apóstoles bajaron del monte, cual Moisés, no con mandamientos sellados en piedra, sino con el Espíritu Santo para dar testimonio a todas las naciones, y que no quede ningún alma exceptuada de escuchar la palabra de Dios sobre la tierra, para ello el Espíritu Santo guía a la Iglesia para que continúe por el correcto camino sin desviarse de él. Así como Jesucristo es la cabeza de la Iglesia, el Espíritu Santo es su alma, y no es que el poder del Espíritu Santo se manifestara antes de la peregrinación de Jesucristo sobre la tierra, sino que su efusión se hizo más profunda con la llegada del Señor, todos somos hijos de Dios pero nos volvimos como siervos con el pecado original, la condición del siervo y del hijo menor de edad es casi similar, porque los dos reciben mandados y los obedecen calladamente, pero inclusive nos volvimos enemigos de Dios con el pecado original, y Jesucristo conjuntamente con el Espíritu Santo nos restableció en la condición original.
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